La luna árabe ahí colgada,
con un velo de niebla
hacía magia de plata.
El silencio nocturno corría
como un dios gato
por todas las terrazas.
En la calle los adoquines
mudos como piedras
también callaban.
En el mar ni una ola alborozaba.
Había solo un sueño que volaba,
que el susurro único que respingaba
a los fantasmas todos
dormidos a la sombra en las fachadas,
un sueño que había salido
de un par de orejas cansadas.
Y era un furtivo sueño
de los demás sueños,
y tenía dueño, claro,
y quería ser tan de verdad
que escapado al mundo nadaba
en el aire templado
de la noche estirada.
-Quiero amarte como Neruda amaba-
decía bajito o naufragaba,
-Quiero amarte como él amaba.
Con pasión, decía,
quiero amarte con pasión,
con pasión pero sin locura.
Con orgullo, decía,
con orgullo pero sin despecho,
con firmeza,
pero con ternura;
con un tango del Gardel
guardado en un vinilo
y esa hora del día muerta
que murió para los dos;
y aquella luz manchada en la almohada
que es eterna, que siempre estaba,
y que entre palpitaciones y música callada
bautizamos nuestro lugar secreto
orillado a la ventana.
Quiero amarte,
decía el sueño,
decía o naufragaba,
porque estaba todo tan en silencio
que nadie lo escuchaba.
1 comentarios:
6 de mayo de 2009, 15:37
Es LO MEJOR que te he leído.
Publicar un comentario