A ti vuelvo,
por ti,
por tu recuerdo,
por el cuello de tus caderas,
siguiendo la ruta de tu torso
puro de noche fría y pura,
noche de mar con candiles de nácar
en el celeste de seda,
manso, manso mar
que en el corazón
mansamente palpita;
por lirios, por tacto y por senos,
sobre un anhelo en la garganta,
un gemido resistido, encarcelado,
y sobre un clamor de sangre,
y por la pulpa de tus labios,
por el roce de tu lengua,
por los besos de tu boca.
A ti vuelvo,
por ti,
por tus besos,
por los pliegues de tus labios,
a ellos siempre encadenado,
herido de tu aliento.
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