Eres el cuerpo del amor, su sangre, su motor,
los ojos tras mis párpados, eres.
Te quiero, te quiero tanto...
Solo eres tú que me has visto tras la corteza
y aún la amas, a la rúbrica, ¡cuánto la amas!,
la templas con la tibieza de tu piel
y me eriza tanto su calor que me hace trepar erizadas lágrimas
hacia adentro, hacia el alma, trepan hacia allí
y al llegar van a convirtiéndose en soles.
Siento en tus besos un corazón que mana,
que es un torrente de agua limpia y sosegada;
te siento cuando dejas hacer tu magia
y me fluyes por la lengua tu caricia
que luego calma mi garganta y luego sigue,
me anega mansamente los pulmones secos y luego sigue,
sigue siguiendo hasta muy hondo,
y con su bondad lame esas heridas que por dentro tengo,
que me han hecho, que me he hecho, y consigo las arrastra;
a tu paso dejas solamente resplandor, amor,
y unas cuantas semillas nuevas.
Te quiero, te quiero tanto,
de tantos colores...
Te quiero azul del cielo azul,
marrón de la tierra entre los dedos,
te quiero blanco de castidad, rojo de éxtasis,
te amo naranja de plenitud y amarillo de eternidad,
verde de ese del aro verde que abraza el iris
de tus pupilas... Todo a la vez te quiero,
como en un sueño lúcido aman quienes en paz mueren
un momento antes de la muerte.
Ven, ven ahora, que necesito tu presencia cuando escribo
y la necesitaré cuando duerma y al despertar,
ven, ven por favor, ven con tu aliento a enfrentar eso que dicen
de que el mundo es tan solamente puto, tan solamente cruel.
Ven, amor, me pongo enfermo cuando no juegas conmigo
a la felicidad.
1 comentarios:
5 de mayo de 2010, 7:35
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