LZNSL: número 5


Ya es hora de que le deis una oportunidad. Cada vez está más preciosa. 

Le tengo miedo a la muerte... otra vez

Figuraos
un aguijón clavado
en un cerebro,
un aguijón que ensarta
tu glándula pineal.
Figuraos
que en ese centro
de la cabeza
que se hace hueso
con el tiempo,
que recaba en ti, orgánico,
que se enquista,
se fortifica de miedo
o se hace crisálida,
figuraos
que allí resida,
en verdad,
vuestra alma.
Figuraos,
ahora,
que el aguijón
era metáfora
de una punta de roca
desprendida
por puta casualidad
que hienda tu cráneo
y desbaste tu mente,
arrollando pensamientos,
recuerdos y dolor,
la neurociencia dirá
si todos por igual.
Figuraos
que en su abrasar
carga al óseo cristal
que albergaba a tu alma,
y se sublima ésta
y se vuela de ti.
Figuraos
que la roca era
aún otra metáfora
de cualquier evento,
a caso una fulminación,
lo mismo da una enfermedad,
que te va a matar.
Figuraos todo esto
y entended
por qué temo a esta hora
una sorpresa clandestina
no en forma de muerte
sino de concepto
de vacuidad.
Porque tú no sabes
si al escapar tu alma
mezclada con el aire,
la deshilvana el viento,
o si se libera
arrojando el peso
sangrante de tu cuerpo.
Al fin y al cabo tienes
una punta de roca,
un metafísico aguijón
o un hueso
clavado en la cabeza,
hete tú a saber
desde cuándo.

Quizá el alma, paradógicamente, nos esté esperando;
o quizá un roce solo baste para deshacer la torre de marfil
donde la sitiamos.

Disculpas

Sobre todo a mí por las últimas entradas del blog y por cómo me estaba portando conmigo. No sé lo que me pasaba.

Blablabla

Hace un montón de tiempo que no llueve de veras en Barcelona. Es cierto. A veces se forma una neblina acuosa hecha de porciones ridículas de gotas de agua a la que no negaré cierto encanto urbano, dentro de lo modestamente encantador que se puede ser en ese ámbito, pero desde que estoy aquí a penas recuerdo media vez de aquellas en que la ciudad se purifica por fin y al abrir las ventanas huele a mojado y en la habitación entra la nostalgia. Claro que no tengo ventana en mi habitación. Bueno, seguiría estando bien aunque no tenga ventana. Yo qué sé. En mi otra ciudad sí llovía de vez en cuando, y no está tan lejos. Era un gran revulsivo poético. Que no lo haga aquí, donde o solo escribo mierda o soy tan intransigente conmigo, no parece en el fondo –más allá de la falacia lógica, quiero decir- casual. Claro que no escribía por la lluvia pero en cierto modo sí escribía con ella (a propósito, ¿a que las cursivas las lees como con una entonación mental diferente?; a mí me molan mucho, tienen mucha significancia). En un mundo donde llueve la poesía es natural, un elemento más del universo, bonita por su neutralidad como neutral es el resto de cosas. Bellamente neutral como la conciencia de formar nosotros mismos parte de esa quietud dinámica o inmovilidad mágica, de esa vinculación o identificación, nada ascética porque está hinchada de emoción pura –emoción neutra-, con el resto de cosas. Puede que las gotas de lluvia que tendrían que caer sobre Barcelona se astillen progresivamente durante la caída en contacto con la contaminación y así vayan desgranándose hasta las incontables protocoléculas que son la neblina de que os hablaba antes. Y otra cosa, JAJA. Pero por Dios, vaya gilipollez, ¿verdad? Y es incluso más gracioso porque, ¿no os lo decía yo lo de la intransigencia? Sí que lo he hecho, ha sido casi a la vez que lo de introducir el concepto de la neblina. Más gracioso porque así el texto queda como compacto, ¿no es cierto?, autorreferente, tautológico, esférico, y da risa de esa de estimulación intelectual. En ese sentido no es tanto risa como orgasmo de las neuronas, como cuando entiendes un chiste un poco rebuscado, pero es algo que se tiende a confundir mucho con la gracia –a caso porque este que he puesto, el del chiste, es el ejemplo paradigmático-. Para mí son cosas completamente distintas, no tienen nada que ver. Cuando algo es gracioso no necesitas tener la autoestima alta para reírte y en cambio este texto, estoy seguro, repatearía a gente con poca autoestima que lo encontraría pedante y tal. Seguro que dirían eso de que es pedante y luego que hay muchos paréntesis para su gusto –por eso pongo guiones en su lugar, para joder a esos, una pequeña venganza, una vengancilla-. Seguro que incluso me criticarían por hacer demasiadas repeticiones.

Ah, lector… Te estarás preguntando para qué llevas estos dos minutos y medio leyendo si el escrito ya va por la mitad y aún no hecho siquiera ademán de ir a seguir un hilo coherente. No te culpo. Lo que me pasa en realidad es que acabo de volver de la facultad y me ha parecido momento de desempolvar el procesador de textos y las rugosidades de mi mente porque ya hace un año y pico que me olvidé de mis prioridades, que eran indudablemente artísticas y que habían surgido ellas solas, y da pena. Y como está lloviendo un poco afuera y la lluvia fue motivo de texto en su momento y, por lo tanto, lleva consigo cierto predisponerme, me ha servido de excusa para empezar. Se diría que ha hecho funciones de plumero. Es difícil saber de qué hablar al principio, cuando empiezas a hablar, pero si te das un rato empiezan a venirte cosas importantes a la boca. Confío que pase también ahora, si no voy a parecerte un peñazo, como persona y como entrada de blog. Aunque últimamente estoy de hecho bastante peñazo. La gente que me quiere lo entiende, claro. Como esto lo leerá prácticamente en exclusiva gente que me quiere no me importa admitirlo, pero si no como para hacerlo, ¿eh? Como para decir la verdad de lo que siento sobre mí mismo y que los demás la escuchen y me vayan a tener en peor consideración por culpa nada más que mía. No saber que no se puede hablar de cosas importantes para uno porque eso te presenta como alguien débil -ya que te presenta como alguien humano y los humanos tienen debilidades (algunas preciosas)- y que es mejor pretender ser algo que no eres, ahogando tus inquietudes -antes de continuar me gustaría señalar que la última cursiva no es demasiado justificable-. No sé dónde leí que no deberíamos actuar como si no fuésemos nosotros mismos por miedo a no ser aceptados al hacerlo; pretendemos entonces ser peores personas, más agresivas o más sumisas, mentirosas de su propia naturaleza, y siendo así somos, indeed, aceptados. ¿Por qué si siendo peores de los que en realidad somos conseguimos la ansiada aceptación nos preocupa no conseguirla al dar ese paso radiante al nosotros mismos? Esto suena a cosa de Herman Hesse, ¿verdad? pero no estoy seguro. Bueno, quizá sí. Quizá lo decía Demian. Sí, definitivamente lo decía él. Bueno, sea como sea se trataba de una pregunta retórica claramente, pero después de haber tenido en mi propia vida un amplio caldo de cultivo sobre el que experimentar, supongo que tanto como cualquier otra persona en la suya, creo que encontraría varios puntos oscuros sobre los que discutir la supuesta evidencia de la respuesta. Otra pregunta retórica sería la siguiente. ¿Si la gente mala consigue cosas buenas para si, es tan malo ser malo? Quiero decir, que se podría pensar que lo de empeorarse un-poco-conscientemente rebajando la propia categoría podría responder a la conveniencia social de no ser bueno. Aunque ambos términos, bueno y malo, sean tan laxos, creo que al menos como duda, y respaldada empíricamente (¿tanta gente es tan tonta de rebajarse para convivir con otra gente?), vale. Lo que no habíamos tenido en cuenta ni tú, lector, ni yo, es que Herman Hesse murió en Suiza hace ya bastantes años -de un derrame cerebral, o un infarte cerebral, no sé si es lo mismo pero si no, lo segundo; y lo hizo tranquilo en su casa, era definitivamente un pensador-. Bueno, en resumen, que no me gusta lo que se entiende por pasar un rato distendido con alguien aquí en Barcelona. Al final nos pasamos el día caminando por la superficie de la vida sin ver la tercera dimensión, día tras día –del coño a la tumba sin rozar siquiera el horror de la vida, decía pesimistamente Bukowski-. Y como no llueve (,) a penas me voy acordando. A ver si lo hace ya. La atmósfera de esta ciudad está muy cargada de mierda. Es pegajosa y me está matando.


Poemita de amor

La sofisticación de las gotas de lluvia
me recuerda al perfil de tu figura
que cuando impactan contra el suelo
y se esparcen en diminutas olas
como si estallase un polvorín
de agua
son como tú cuando te viertes,
toda entera, desarrollándote
en mi boca,
mujer en cauce,
serpiente o lombriz
etérea
que en mi impulso de sangre
navega,
que en mi pericardio marca
con un malva resplandor
el fin y el comienzo de las horas.

Lloviste en mi boca amor,
lloviste en mis ojos,
llueves aún en mi vientre;
reclamaste las lágrimas de mi cara.
Eres tormenta en la metáfora,
mi sed, vida mía.
Contigo he aprendido la magnitud
real
de mis órganos, de mis músculos;
tú has aprendido, líquida como eres,
la magnitud real de mis arterias.
Te prometo que no te diferencio
de mí
cuando estamos juntos, solamente
cuando el arrobo y el candor
-de la calle
exige su onza de carne.
Me cuesta entregarte entonces,
amor,
me cuesta ver cómo deslizas
tu cuerpo de agua entre mis manos,
te deshilachas entre mis dedos,
quedamente,
cómo retrocedes con la marea,
llueves de mi boca,
tactiqueas
Intercambiado el orden
de los cielos
-de más cosas;
y en tu camino, en tu trepar o caer,
precipitar como un martirio silencioso,
recobro el alma y a mis vísceras
y entonces no sé
si lo que ha pasado ha sido el sueño
o la vigilia.

Mira en estas páginas.
se me amartilla el corazón
hasta verte mañana.
¿Me ves?
Yo te amo.
Con locura.

Muchas gracias.


Diálisis III: miedo

Hace un tiempo aprendí que hablar de dinámica social era casi siempre mala idea. Pronto la conversación se convertía en excusa de algunos de mis errores. “El mundo”, decía. “El mundo”. Y culpa del mundo eran mis mierdas. Es mejor no predisponerse para culpar a otros de tus males; incluso si tienes razón el berrinche no servirá para nada útil. A ti te apantallará de ti mismo y en quien te está escuchando incentivarás exactamente la misma cosa, y suerte si no coincide con tu análisis porque de hacerlo ambos saldréis de escena habiendo recorrido un poco más de distancia en el camino de la involución, ¡y congratulándoos! Siendo consciente de esto voy a escribir algo que puede recordar a esas veces en que un tipo evangeliza al resto con su verdades. Te aviso, lector, para que no caigas en la trampa fácil que hace que la gente se olvide de que es responsable de sus actos (no el mundo) y de que son suyos; no hay fórmulas secretas ni criterio de comparación. No se puede vivir a través de otra persona. De ellas te inspiras pero cada cual tiene que pensar por si mismo sus mierdas y sufrir hasta atravesar su sufrimiento. No harán el trabajo por ti. También eso es bonito, pero es belleza de una naturaleza a la que (esto sí es una tragedia) no estamos muy acostumbrados.

"La gente" vive tradicionalmente en unos universos de amargura que se procuran ellos mismos. Curiosamente el 90% de quien lea esto estará de acuerdo con lo que digo y no se incluirá en el grupo. Bueno, sigo. Creo también que esos universos se crean a través del miedo, o más, son figuras suyas. Aunque quizá sea mucho decir lo de que son ellos mismos los que se los preparan porque parece significar que lo hacen con plena consciencia de causa (cuando no es así), pero lo que sí está en sus manos es cambiarlo; se trata solamente de voluntad, tras rodearse de las cosas y las personas apropiadas para reunirla, pero el motor es uno mismo. Toda esa gente se reúne en sociedad y siendo mayoría éstas logran a través del miedo, por ejemplo, hacer perra a la vida, cruel al mundo y a las personas cosas complicadísimas (¡como si se tratasen de problemas! Qué locura); me gustaría hacerle entender a toda esa gente que es el sustrato en que se ha edificado tamaño edificio de la falta de cordura que las cosas son en gran medida como las trata su subconsciente. Así, la vida puede dejar de ser perra para ser milagrosa, el mundo aquello que evita que mueras de inanición y las personas fascinantes en su infinitud. Pero todo esto no tendría que escribirlo (sería una charla sobre dinámica social) si el miedo no fuese contagioso; en general el ánimo lo es y si el hegemónico en la calle es este estado de sitio que tan gravemente traté en su momento (http://rayhaller.blogspot.com/2009/05/sin-titulo.html), el asunto te acaba minando sí o sí. Las instituciones, desde la familia al estado, se limitan a regular el flujo de gente de las calles y, claro, son consecuentes con todo este asunto del miedo; necesariamente estarán empapadas de él. Bueno, a estas alturas ya debes saber por dónde voy, ¿verdad? Así que atajo hasta el final de la disquisición: el miedo, pues, es uno de los pilares que estructuran a occidente y como occidental estoy expuesto a ir dejándome convencer de que las cosas son tan horribles como las pintan, especialmente en momentos de debilidad y perdidismo en los que ansíe furiosamente respuestas de una vez, pronto, aunque sean malas respuestas y tengan que enjaularme en ese universo de amargura con que empieza el parágrafo.

He tenido miedo por mi futuro últimamente, por lo que voy a ser, lo que va a ser de mi vida. Ha sido la primera vez (es por la edad). Es un peso enorme de por si, pero a mí debe haberme lacerado aún más. Todo esto me ha estado pareciendo completamente surrealista, yo, digo, metido en eso. Hace un par de años era impensable, entonces yo era el mejor experto del mundo en sofisticar mi alma, evitaba cualquier cosa que lastrara mi impulso a ser cada vez más hondo, haciendo del realizar mi espíritu una forma de vida. Bajo la perspectiva que se tiene de las cosas en periodos de algidez interior como aquél las presiones que tenía ahora a mi alrededor, cada cual en su dirección, para que elijiese algo definitivo, algo con garantías, algo que me convierta en Alguien cuando con Alguien quieren decir lo que ellos querrían ser (casi siempre erróneamente) y no pudieron, eran simplemente una trivialidad que no me merecía y que estaban destinadas a sufrir las grandes mayorías incapaces de estar en contacto con lo que sí importa. Así que no solo he tenido que cargar el peso de enfrentarme a la deshumanización que se pretende para mí desde casi todas las esferas que hay en mi entorno, sino que me he enfrentado a ello sabiendo que era eso lo que estaba en juego mientras que aún, por estar en esta situación, era traidor de quien fui en el pasado y que nunca querría haberse visto envuelto en algo tan envilecedor; él no lo habría soportado y efectivamente no lo soporté. Por suerte eso no era el fin del mundo como pensaba sino el principio de muchos otros nuevos. Y esta fue una de las afecciones pero el miedo medró también en otras regiones de mi vida, obrando en ellas su zanja particular. He temido no ser suficiente sin tan solo saber para qué tenía que serlo. También me he hecho consciente de la muerte de una forma a la que aún no me había acercado, la de sentirla próxima. Por este miedo generalizado he tenido la sensación de ser terriblemente endeble como entidad física. Me puedo romper en cualquier momento. Por las noches me ha invadido un terror tal que he pensado que no lo sobreviviría. Últimamente ha sido una vorágine de miedos hacia cosas inconcretas y, en cualquier caso, futuras, lo que pueda pasar. En definitiva me he alejado mucho de quien soy con tantas preocupaciones por lo que debo ser (en principio ser para mí, el discurso es ese, pero en realidad se trata de ser para los demás). Probablemente este haya sido el gran error que tenía que limpiar de mis venas. ¡Solo se trataba de no tener miedo! Visto así no era tan complicado, pero el propio miedo, claro, me ha hecho demorar el tener valor. Es un gran paso. Ahora puedo confiar en la vida, es fácil y es natural. En mí ya confiaba. Y con esto me he liberado inmediatamente, vuelvo a tener ganas de sentir y de pensar, de vivir y de explorar mi potencialidad. Ya era hora. Llevo meses durmiendo 12 horas al día por reticencia a despertar y encontrarme con mi existencia; por dios, si estaba medio muerto. 

Al fin se descubre que el miedo era cosa infantil.

Ánimo

El día a día...

...me sirve para acariciarte el clítoris

Nighthawks, de la novela homónima



-Ese cuadro. Siempre ha estado ahí. Lo recuerdo en mi infancia. Cuando era muy pequeño creía que me daba miedo; luego aprendí que me fascinaba. Después ha sido mucho tiempo hasta que he entendido. Ahora ya me ha amparado su magia. Su misterio me ha dejado recabar. Esas personas en el bar, el hombre con la mujer y el otro hombre en la barra, y también el camarero e incluso la mujer de rojo; son todos lo mismo. Tienen la misma cara. El mismo porte. Son la misma persona, en sola compañía. Porque el resto de la ciudad está vacía. Ese bar, su silencio; el silencio de ese bar es el único ruido de la ciudad, su única luz. El resto es un multitudinario caparazón hueco, todos los demás interiores no están inventados. Falta toda la gente que nunca ha estado. ¿Pero por qué están aquí estas cuatro personas - que son la misma? Algo debe haber arrastrado las cenizas de su fracaso hasta este lugar. Aunque quizá no. Sea como sea llevan en ese sitio mucho tiempo, tanto  que incluso el tiempo se ha amoldado a la quietud y ha dejado de moverse, ¿verdad?, o a caso ha caído en la entelequia. Puede que solamente se marchase un día. Y yo. Yo también estoy en el cuadro. Afuera, en la calle, los he encontrado. Una cohorte de desamparados refugiándose en la inmovilidad sinuosa del bar, del cuadro, del estar pintados, y yo, yo que soy el segundo o el quinto o el único habitante de la ciudad cavernosa según ser mire; yo, que si hubiese sido el pintor hubiera encontrado mi sola cara tras los cristales y que si no lo soy encuentro el refugio de la comprensión en el muerto regazo, en los surcos a caso, de sus facciones disecadas. Pero al cabo quién es quién da igual. Ya resta solamente entrar en el bar; auspiciarse en el bar como para siempre durante el instante en que resida el limbo de la lucidez en mí esta noche, y cuando entre, a mi vera su cara; la mía no la podré ver. Porque por sentir la dura y vacua caricia del compañero, aunque ampare, no se está menos solo. Amigo. Soy joven. A veces lo miro y luego lloro de pronto. Hopper escaló su llanto y lo domó, lo convirtió en resignación para hacer con ella un cuadro. Lejos de evaporarse, el misterio es ahora incluso mayor… pero de algún modo mantiene la misma naturaleza que en el recuerdo de mi infancia.