Una mancha de humedad en el techo.
Cuando llueve le cuelga una telaraña de gotas
y un goterón solo le corona muy gordo la punta.
Hoy llueve.
Suenan los dientes contra la ventana.
El mar se ha bramado solo, eso parece.
Está lloviendo mucho esta noche
pero cae el diluvio de ninguna parte
porque está negro el cielo y basta, como está siempre el cielo.
Cierro los ojos.
Ahora
de la mancha de humedad del techo
cae una hiedra líquida de agua clara,
es como una columna en cauce
y no lleva a ningún lado;
parte la habitación solamente
y gira en derredor suyo,
o al revés,
le gira la habitación en torno;
el caso es el vómito
de cosas repetidas,
luces repetidas,
muebles y paredes repetidas,
de náuseas,
al cabo del mareo,
del mareo repetido.
Fuera siguen chapoteando en la ventana
piedrecitas blandas de mercurio.
2 comentarios:
19 de diciembre de 2009, 15:56
Puede sentirse la mutación del agua dentro de la habitación. Es que llueve por dentro, en tu poema.
20 de septiembre de 2010, 13:34
Tras un día de desfile de aguaceros, llego y encuentro tu poema. Te leo, te disfruto.
Tengo cierta aversión a las lluvias torrenciales, pero consigues transformarlo en algo bello, exquisito dentro de ese marco que se pinta deprimente.
Es difícil encontrar alguien que extrae la belleza de las cosas y la plasma con esa humildad, tan claramente. Consigues transportarme y que irremediablemente quede cautivada con todo lo que leo.
Con tu permiso, tienes una nueva seguidora.
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