My own hard boiled

-Hay varios tipos de enfermedades casi-contagiosas, aunque la mayoría se contraen por la nariz.

Mueve su vaso y se entrechocan los dos cubitos. Es uno de esos ademanes de auto-ayuda que dan ánimos a uno, o le felicitan, a veces incluso dejándole creer que han sido por eso y no porque simplemente estaba tan cagado de miedo que le ha dado un ataque de epilepsia en las manos que han dejado de recordar cómo era estarse quietas. Aunque él de veras se siente satisfecho ahora mismo, aún conviviendo en un mismo cuerpo con su complejo de inferioridad que le corre por la sangre apabullando a los glóbulos rojos y entumeciéndole la parte del cerebro que controla los dedos cuando pasa por allí. Es que realmente cree que ha dicho algo demasiado interesante y que con ello se ha ganado ya la gloria. La gloria de las sábanas, claro, y en su cama, por supuesto. Entre sus brazos, o mejor si son sus piernas las que le agarran. ¿Qué gloria iba a ser si no? Ella medio le sonríe. No le ha hecho ni puta gracia, pero es lo que se hace siempre. Tenía que ser una sonrisa tonta por convenio, pero si la mirabas fríamente seguro que era ella entera la que te parecía tonta; por suerte él, que es el único que la está mirando -no porque no merezca la pena mirarla y mirarla, sino porque es un bar bastante oscuro- ya tiene una erección, y no es por casualidad... no se lo digáis, pero se ha puesto a si mismo al parecerse tan interesante.

-¿No me crees? Bueno, bueno... Pues... pero deberías, ¿sabes?, porque es una cosa muy importante. La gente en general no les da importancia. Es un error. Un error, porque son tan comunes que... -Al final se ha decidido a llevarse el güisqui a la boca (en tan mal momento, sí)- Que, que... Que mira. Te puedo asegurar que tú, tú tienes al menos una, una ahora mismo, aquí.

-¿Yo? -Le mira a los ojos para hablarle. Luego se los guarda otra vez para ella, y fue un "¿yo?" muy corto.

-Y hasta yo. Creo que el señor de esa mesa, el calvo... solo se le va la calva desde aquí... bueno. Mira... pues el calvo, el calvo creo, creo que me ha contagiado una. Las enfermedades casi-contagiosas se transmiten todo el rato. Los estados de ánimo, por ejemplo. Son una enfermedad casi-contagiosa.

-¿Sí? -Otra vez lo de los ojos, pero esta vez jugando con la cañita de su combinado en la boquita. Mordisquito, caída de ojos, mordisquito. Mordisquito. Tiene una punta de la lengua muy roja, muy húmeda.

-Verás. No es que se contagien, ¿vale? Son estados de ánimo. No una gripe. Un estado de ánimo no es una gripe, y en eso estamos de acuerdo, ¿verdad?

-Mmmh -Y sorbe de la pajita, pero muy, muy poquito, solo para dejárselo en los labios, corriendo, quieto, no sé cómo, pero en los labios, a punto de desbordarse de los labios y resbalar por la comisura hacia abajo, abajo, abajo...

-Va... vale. Vale. Pues no... no son una enf... Pero eso ya lo he dicho. Je. Es que tengo muy, muy mala cabeza. Yo soy así, ¿sabes? Me lo contagió uno en el 94. Me pidió indicaciones para llegar a la estación, ¿sabes? Y acabamos yendo a tomar un café. Era un tipo... era bajito, un poco calvo, con gafas. Judío. Un tipo interesante, de veras. Era interesante. Luego me dijo que llevaba dos días buscando la estación por toda la ciudad.

Ella se ríe. Él también se ríe pero no se le nota porque lleva todo el rato con una mueca de risa en la cara. Ella quita la cañita de su vaso grande para cockteles, la rodea con los dedos, las uñas rojo sangre. La caña está perlada de gotitas y la más gorda le tiembla suspendida en la punta. La deja sobre la mesa poco a poco, exacta, precisa, como si hubiese calculado el sitio antes. La perfección del dejar cañitas sobre la mesa. Él no sabe si lo está haciendo con un cuidado especial, no, con una técnica especial de mujer para hacer que sufra de tensión en el pantalón o si es él que desea demasiado hacerle el amor y tiene una visión del mundo toda llena de lujuria y sublime depravación.

-Y...

Pero no puede seguir. Tiene que tragar saliva cuando la chica alarga el brazo y coge su copa, que es enorme para ser una copa, y se la acerca y bebe un gran sorbo de los de ojos cerrados sin que le importe el polvo de fructosa en el borde. Cuando los abre, con la mirada encajada en la de él, él solo piensa en el verde, se pierde en el verde, ese verde selvático de sus ojos, se pierde en sus ojos y ya no sabe pensar y ahí, ahí sobre los labios un poco de cocktail de haber bebido de la copa grande que brilla con la luz del foco amarillo que le cae sobre la cara... y cuando... oh. Y la lengua está húmeda toda, está húmeda por detrás, está húmeda y aún se bebe el cocktail de sobre los labios y los humedece, los humedece más, humedece donde toca. Y aún le mira, aún le mira... Es la primera vez que le mira tanto rato, más de lo que se tarda en decir un monosílabo, aunque fuese el monosílabo más largo de entre todos los monosílabos de todos los idiomas que existen. Y ahora... ahora le habla. Habla ella, ella a él, y él no sabrá responder nada y ella ya está hablando, ya...

-Has escrito güisqui mal, como sale en la Rae. Eso no es nada cool. Los tipos listos que piensan este tipo de tonterías sobre las enfermedades casi-contagiosas no escribirían güisqui así jamás en la vida, no sin coacción.

Le han pillado.

-Pero no te preocupes. Voy a agarrarte entre las piernas esta noche, te lo aseguro. Me gustan los pirados que escriben esto -y señala a la hoja de papel que tiene él entre las manos- mientras hablan. Follan tan bien... Y lo comen bien. Son muy creativos con la lengua. Más si tartamudean, como tú. Lo comen como con vértigo, rapidísimo. Y me dan vértigo a mí.

El whisky que quedaba, de un trago, baja en picado por su esófago cuando ya se están besando lascivam...

5 comentarios:

  une femme vole

14 de junio de 2009, 13:37

Esos ojos son los más oscuros-que-matan más infinitos que nadie haya visto nunca.

Un whiskey doble, por favor.

  Ray Haller

14 de junio de 2009, 14:37

Mi hermana también los tiene así. Créeme, son como dos perlas negras metidas ahí dentro. Te la puedo presentar si quieres. Pero cuando presume de ellos yo me veo obligado a serle sincero y decirle que son unos ojos aburridos, sin matices, sin curiosidades, sin caprichosos cambios de tono... Que tienen que ser los vagos del mundo de los ojos. Solo esa oscuridad perpetua llenada con más oscuridad. Y ni tan solo es misterio de lo que guardarán. Yo ya lo sé. Es mi hermana.

  Anónimo

18 de junio de 2009, 4:46

Hola. muchas gracias por tu observación en mi blog, me ha animado a escribir después de unos días de trabajo y espero publicar algo pronto. He estado leyendo algunas de tus entradas y he disfrutado especialmente con la del 28 de mayo, sin título. supongo que me he sentido identificado.

  Ray Haller

18 de junio de 2009, 12:00

Vaya. Me alegro, de verdad. Aunque admite que las de tu blog son mejores que las del mío.

  Anónimo

18 de junio de 2009, 12:18

Las tuyas saben más a ciudad

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