Mírame.
Soy yo sin ti.
Soy sólo un cuerpo.
Mírame.
Sólo manos,
sólo dedos,
sólo el brazo que se estira hasta que ya no se estira,
las venas que respiran
y sus estertores,
agónicos de más vida
en la punta de las ramas;
soy sólo el blanco encastado en la blancura de mi piel
y dentro,
sólo un alma que no es más que el cuerpo,
una conciencia no menos fútil que el cuerpo,
igual de limitada.
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