Conchas en el suelo
con un mar de tiza en la almohada;
calla el sol y centellas blancas,
no hay sombras,
con grillos, sí hay grillos,
dunitas y polvo, polvito de azafrán.
Es paz, la paz...
a penas hay velitas de viento
en la explanada
que pongan en marcha las olas
de arena,
como una calma chicha está estirada
por el colchón,
qué demonios,
más que en el colchón;
se han arenificado también
las demás cosas que tiene el mundo...
todas-todas,
digo más allá del sexo
-o el cariño,
o, digamos, nosotros.
Pero las conchas...
están bien las conchas.
Y no sabría decir ya más.
Si pica el sol o reseca
o más bien purga los sabañones
y es sano y tal;
es que no sé.
Y el no saber es paz, que la paz es paz...
y no la guerra.