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Y qué era al final. Un día más tras otro día más. Uno, otro. Visto con perspectiva era un cementerio de recuerdos creciendo en la tripa de tu cerebro, y cada vez estaba más harto de consciencia, más preñado de cadáveres. No me duele ya que las cosas pasen, que no haya misericordia para ningún amor, ninguna vida. Lo que me jode es que después de ese dolor no hay ya más que el gran crack que es el fin, y un universo de miedo con la noche echada,
tirada sobre todo,
mirándome a mí desde todas partes,
desde mí mismo,
alrededor de todo.
Hay quien entonces espera una luz, el milagro, y hay quien no, para quien ni la esperanza ha sido respetada y no le queda ni ese punto minúsculo radiando un poco desde el fondo de su alma callada,
mamada por la noche,
así oscurecida.
Yo soy a veces de unos y otras soy de los otros; pero siempre está el misterio de la nada acechando y el olor de su saliva. Es paradójico que la visión final sea una ceguera absoluta, que el verlo todo sea un gran grito a la nada, donde no puede sonar, así de trágico es, que se ha tragado las palabras. Y no hay consuelo, no se puede ni tan sólo tiritar. Al final el camino daba a una fisura extraña, mucho más negra y honda de lo que la imaginación abarca, sigue abarcando, y por eso tan desconocida. Inefable la caída, que ni es caída ni es nada.

1 comentarios:

  Elena Ca.

3 de enero de 2010, 6:26

Lo era al final como lo fue al principio. Un cementerio de recuerdos o una plantación fantasma de esperanza. Todos muertos antes de asomar la cabeza.
Pero no hay tal manta de miedo con la noche echada, ni existe un abismo escondido en la grieta. Ojalá lo hubiera. Si existiese yo ya lo habría encontrado. Me habría colado por él, aunque fuera muy estrecho, me hubiese engrasado en mi miseria. Estaría arrugada en sus pliegues, aplastada en sus recovecos y escondida en su vacío.
Pero no hay tal manta. No existe tal abismo. Sólo hay un trapo sucio que nos cubre la cara. Me arrapa por dentro y me endurece la coraza. La oscuridad es sólo un puto trapo sucio que no me deja ver nada. Un puto trapo. Fuera de mí, más allá del trapo, Cronos sigue tocando y los calendarios le bailan. El tiempo es una fiesta y yo parezco estar enterrada.

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