Platero y yo, o hablando en plata.

Oh, Dios. El mundo es horrible. Lo admito. Hasta yo necesito dispersión, alejarme de mí un rato y de las cosas que tengo cerca. Vanagloriarse de lo que uno es -de lo que uno está tan cansado-, es una forma, y no una mala forma. Me pone de humor ver que me revalorizo, que después de un día de perros (aquí estoy siendo victimista a posta porque hoy no estoy de humor, pero en general no tengo días de perros) aún existe dentro de mi yo pensante una parte que revolotea verborreica e ingeniosa y que es capaz de hacer cosas; serán textos, pero son mis textos. Que redoble algo mío en la cabeza de alguien que no sea yo, que redoble, no que cuchichee como el pensamiento de un adúltero cuando piensa en el matrimonio desde una cama que no es suya, o el de un hombre cualquiera en una hora de tantas en las que no acepta lo que se dice que es muy bajito... que redoble mi pensamiento en letras en la cabeza de alguien ya es más de lo que muchos consiguen al final de sus vidas. Y me hace sentir sup... mejor.


Nota: Platero y yo es un libro sublime -Juan Ramón Jiménez un poeta- pero no lo recomendaré. A saber quién puede llegar a leer estas líneas. No querría sentirme culpable al ver a alguien embruteciéndolo en un tren mientras hace que lee y lo rebaja a novelucha de máquina expendedora de pornografía cultural. Aunque, en serio, nunca había sentido tan vivamente un lugar como en esos capítulos.

1 comentarios:

  Saturnalia

6 de enero de 2009, 6:37

Te recomendaría que pensaras en las etiquetas. Y tal vez cambiar eso de "furtivamente" (sí, has dejado tu huella en el lugar del crimen).
Saludos ;-)

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