Conchas

Conchas en el suelo

con un mar de tiza en la almohada;

calla el sol y centellas blancas,

no hay sombras,

con grillos, sí hay grillos,

dunitas y polvo, polvito de azafrán.

Es paz, la paz...

a penas hay velitas de viento

en la explanada

que pongan en marcha las olas

de arena,

como una calma chicha está estirada

por el colchón,

qué demonios,

más que en el colchón;

se han arenificado también

las demás cosas que tiene el mundo...

todas-todas,

digo más allá del sexo

-o el cariño,

o, digamos, nosotros.

Pero las conchas...

están bien las conchas.

Y no sabría decir ya más.

Si pica el sol o reseca

o más bien purga los sabañones

y es sano y tal;

es que no sé.

Y el no saber es paz, que la paz es paz...

y no la guerra.

Las historia real y jamás contada de Charles Broom y la inmortalidad















Pornografía

-Necesito ser yo mismo y a alguien que me salve de mí

-No estoy hecho para soportar los golpes, sino para absorberlos.

-Soy patológicamente sensible –a muchas cosas en mí mismo, reacciono contra ellas al reconocerlas (cosa que me hace también, y por bien, aunque me duela, inconformista y en absoluto un cobarde)-, y en eso radica mi inestabilidad emocional. Cualquier nimiedad, además, puede actuar de detonante de mi memoria interior. Revolver mi cotidianeidad despierta a mi conciencia, y ésta quiere imponerse otra vez por encima de la rutina. No creo que pueda convivir con una vida normal.

-A veces uso la tristeza y la melancolía para justificar mi incapacidad. A veces dudo si no es verdaderamente una justificación. Lo que es un hecho es que estoy convencido de que soy una persona francamente delicada, a caso porque me he habituado a bordear las líneas que delimitan los peligros, y sigo haciéndolo. No creo que sea histrionismo o exageración o ansia de piedad, me siento de veras haciendo ese tipo de equilibrios en muchos aspectos. También creo que es porque no soy capaz de elegir una cosa entre dos, prefiero tener ambas. Supongo que es ambicioso quererlo todo, aunque todo sea sólo un poco.

-Creo que mi potencialidad justifica mis pecados, como si fuese más importante mi deber de realizarla

-No soporto bien sentir las limitaciones que se me impusieron al nacer humano. "Estoy muy enfadado con el mundo por haberme concebido tan ridículo, tan finito y limitado, tan lejos de Dios"

-No soy vago sino perfeccionista y exigente conmigo y con el mundo. Qué de decepciones, por cierto, y muchas por “vagancia”.

-Nunca admitiré mi carencia de capacidad porque nunca será verdad, aunque a veces piense que ya va siendo mi hora de morir porque he dejado de tener sentido y sienta que el mundo va avanzando sin que pueda ya seguir su transcurso porque ya estoy fuera de él.

Alma

Habiendo partido del fin del mundo, habiendo nacido en las cataratas que en el borde del mundo despeñan el mar sobre el abismo y habiéndolas trepado mientras daba la primera respiración –después de haber nacido luchando por no caer despojada del planeta mismo y habiendo desbordado la maravilla de Gordon Pymm y su terror a la vez que exhalaba por primera vez su primer grito de angustia antes incluso de haber cortado el cordón umbilical que la unía a la musa, habiendo sido lanzada así a la vida, y habiendo luego andado bajo las aguas durante décadas, siglos, durante milenios y milenios de milenios, porque no podía andar, arrastrada por el suelo de arena entre los despojos de la ballenas y los cascos naufragados tan a la profundidad que ni el liquen marino los manchaba y ningún pez los había explorado jamás, que sólo habitaba el misterio y un silencio inabarcable; y después de haber emergido de las aguas y haber secado sus alas de aurora al sol de África y habiendo levantado entonces el primer vuelo, y fue sobre el desierto enloqueciendo a Saint Exupery en su último transahariano, cercada por las tormentas de arena, su piel de niebla y de tul sesgada... habiendo sufrido tanto hasta llegar a su cuerpo... a caso no tendrían que dolerle cuanto le duelen las cosas que en él se sienten. Pero aunque nacida en un crisol de hostilidades, siempre a punto de descoserse y esparcirse entera como un manto de polvo de estrella sobre la tierra, aunque sufrida hasta lo inefable, el alma no puede dejar de ser alma, no puede despojarse de ella misma a su naturaleza; aunque sufrida hasta lo inefable no puede dejar de sentir.